
El 2027 se perfila como un año cargado de simbolismo para Apple. No es cualquier aniversario: serán dos décadas desde que Steve Jobs se subió al escenario y nos mostró el primer iPhone, ese «teléfono, iPod y navegador de Internet» que nos cambió la vida… o al menos nos la llenó de notificaciones. Y, como buena diva tecnológica, Apple quiere celebrar su cumpleaños por todo lo alto: con fuegos artificiales, confeti digital y, por supuesto, un rediseño que hará que se nos caiga la baba (o el sueldo).
Según Mark Gurman, ese oráculo de Bloomberg que rara vez se equivoca, Apple está preparando un iPhone Pro ultrafino que podría materializar una vieja fantasía de Jony Ive: un dispositivo que parezca una sola lámina de vidrio. Minimalismo llevado al extremo, una oda a la estética sobre la función, y una señal clara de que en Cupertino siguen convencidos de que la forma importa más que el fondo… al menos cuando se trata de vender.
¿Una hoja de vidrio o un teléfono?
La joya de la corona del rediseño sería una reinterpretación del sueño húmedo de Jony Ive: un iPhone que parezca una sola lámina de vidrio. Minimalismo al extremo. Diseño futurista. Reparabilidad en coma. Porque sí, en Apple el diseño no se toca, aunque eso implique que cambiar una pantalla cueste lo mismo que un viaje a Berlín.
Durante los últimos años, la línea de iPhone ha sufrido una progresiva “inflación de grosor”. ¿La razón? Cámaras cada vez más grandes, baterías más generosas para compensar la voracidad energética del sistema, y una obsesión casi grotesca por convertir el móvil en un estudio fotográfico portátil. Pero ahora, Apple parece haber tenido una epifanía estética. O, más bien, ha decidido que es hora de volver al dogma de la delgadez, ese mantra que alguna vez definió sus productos como objetos de deseo.
Lo que nos plantea un dilema: ¿realmente queremos un teléfono que se sienta como una hoja de afeitar? ¿O estamos entrando en el terreno de la forma sin función? Porque si bien un diseño ultrafino suena bien en las keynotes y en las renders hiperrealistas, en la vida real significa más fragilidad, más calor, menos batería y muchas más visitas al servicio técnico.
Y ojo, que la apuesta por el vidrio no es menor. Más superficie de cristal significa más superficie vulnerable. ¿Estética sublime? Sí. ¿Funcionalidad cuestionable? También. Apple lo sabe, pero confía en que el deseo vencerá a la lógica, como siempre lo ha hecho. Al fin y al cabo, ¿qué es un pequeño gasto extra en reparaciones cuando puedes sostener una obra de arte tecnológica entre tus manos?
iPhone 17 Air: El canario en la mina de silicio
El primer paso del gran rediseño se llama iPhone 17 Air, y llegará —según los rumores— a finales de este año. Apple no escoge los nombres al azar, y aquí “Air” es una declaración de intenciones: delgado, ligero, aspiracional… y posiblemente hueco de innovación real. Como si el marketing hubiese ganado definitivamente la batalla contra la ingeniería.
Este nuevo modelo será la avanzadilla del plan estético de Apple: una especie de ensayo general antes del gran espectáculo del 20.º aniversario. Y claro, como todo lo que lleva la manzanita, vendrá acompañado de una etiqueta de precio que activará el modo supervivencia en tu cuenta bancaria. Porque sí, amigos, adelgazar el diseño no implica adelgazar el coste. Más bien al contrario.

Ahora bien, lo que más llama la atención no es solo el diseño ultrafino, sino la apuesta por materiales más delicados. Se habla de un cuerpo con predominancia de vidrio, esquinas suavizadas, y una silueta que hará que cualquier funda parezca un insulto a la obra de arte. Pero ya sabemos cómo acaba esta historia: una caída tonta, una pantalla reventada, y una visita obligada al Apple Store donde te recordarán amablemente que tu garantía no cubre “daños por uso cotidiano”. Para eso —faltaría más— está AppleCare+, ese seguro disfrazado de salvavidas que convierte la fragilidad en modelo de negocio.
El iPhone 17 Air será, en realidad, el conejillo de indias del nuevo paradigma de Apple. Un canario en la mina de silicio que nos mostrará si el público está dispuesto a sacrificar resistencia, reparabilidad y sentido común por unos milímetros menos. Y si funciona, prepárate para ver cómo toda la gama se convierte en una pasarela de diseño ultrafino, aunque eso implique dispositivos más calientes, menos eficientes y mucho más caros de mantener.
La gran pregunta es: ¿nos estamos moviendo hacia el futuro o simplemente repitiendo la historia con un nuevo envoltorio brillante?
El riesgo de volverse “demasiado Apple”
La movida tiene lógica… si eres Apple. El mantra de “menos es más” ha definido su identidad durante décadas. Diseños limpios, simetría casi quirúrgica, y una obsesión por eliminar todo lo que no sea esencial —aunque ese “esencial” incluya cosas como puertos, botones o sentido común. Pero hay una línea peligrosa que incluso Apple debería tener cuidado de no cruzar: volverse demasiado Apple.
Y es que en su búsqueda por la perfección estética, la compañía parece cada vez más dispuesta a sacrificar funcionalidad y accesibilidad. ¿Un iPhone ultrafino y casi completamente de vidrio? Suena espectacular en una keynote con luces épicas y voz en off dramática, pero en la vida real… es otra historia. Un teléfono así puede ser una pesadilla en cuanto a durabilidad, reparación y hasta uso cotidiano. Porque no olvidemos: a veces el diseño ideal no es el más bonito, sino el más usable.
Apple ya ha demostrado que puede imponer sus decisiones sin consultar a nadie. ¿Recuerdas cuando eliminó el jack de audio y lo justificó como “valentía”? ¿O cuando quitó el cargador de la caja y lo vendieron como un gesto ecológico? Pues prepárate para la siguiente fase: un iPhone tan fino que tendrás que repensar cómo lo sujetas, y tan delicado que hasta mirarlo sin una funda podría ser considerado vandalismo.
Si el iPhone 17 Air es el punto de partida, el iPhone 19 Pro, o como quieran llamarlo, promete ser la consagración definitiva de esta dieta tecnológica: menos grosor, más vidrio, más estilo… y un precio que probablemente supere la línea de los 2.000 €. Pero no te preocupes, seguro Apple te venderá una Smart Case de titanio reciclado por solo 89,99 € para evitar que se te rompa al segundo día. Qué detallazo.

Lo preocupante es que Apple ya no compite tanto con otras marcas, sino con su propio legado. Y en ese afán por superarse en cada edición, está empezando a caer en la trampa de su propia narrativa: una empresa tan centrada en parecer revolucionaria que corre el riesgo de volverse irrelevante para quienes buscan algo más que diseño y estatus.
La delgadez como dogma y el futuro como espejismo
Apple no solo quiere que su próximo iPhone Pro sea más fino. Quiere que sea el más fino. El más elegante. El más aspiracional. Pero en ese camino se enfrenta a una tensión cada vez más evidente: la obsesión por la estética puede terminar alienando a quienes buscan funcionalidad, durabilidad y sentido común.
Porque mientras Apple afila el bisturí para esculpir el iPhone más delgado jamás creado, el mercado ya no se impresiona tan fácilmente con el grosor. Los usuarios quieren innovación real, no solo una silueta más sexy. Quieren baterías que duren, pantallas que no se fracturen con un suspiro y precios que no provoquen taquicardia.
El iPhone del 20.º aniversario será, sin duda, un espectáculo. Pero la gran pregunta es: ¿será también un avance significativo o solo un monumento de cristal a la vanidad de Apple?