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Bienvenidos al TECNO-FEUDALISMO: así es como Google, Microsoft y Meta se están convirtiendo en los nuevos señores feudales de la era digital

agosto 24, 2025

Nos bombardean cada día con la misma historia, un evangelio tecnológico recitado al unísono desde los púlpitos de Silicon Valley: la Inteligencia Artificial es el futuro, una fuerza casi mágica que curará enfermedades, resolverá el cambio climático y nos hará a todos más productivos y felices. Es una narrativa utópica, brillante… y completamente… ¿Falsa e interesada?

La IA, en su forma actual, no es un fenómeno neutro ni un regalo desinteresado para la humanidad. Es la herramienta más potente jamás creada para la concentración de poder. Un puñado de corporaciones —Microsoft, Google, Meta, Amazon— están construyendo, ante nuestros ojos, una oligarquía tecnológica sin precedentes. Y lo están haciendo con nuestro consentimiento pasivo, disfrazando su conquista de «progreso» inevitable. Conviene, por tanto, preguntarse no solo qué puede hacer la IA, sino quién la controla, para qué fines reales se despliega y, sobre todo, con qué consecuencias para nuestra sociedad.

Cómo los gigantes tecnológicos nos venden la IA como una religión para ocultar su control total

Esta no es una simple competencia de mercado. Es un dominio absoluto y vertical de toda la cadena de valor. Estos gigantes tecnológicos controlan cada eslabón de la revolución de la IA:

  • Los datos: Nuestra vida entera, regalada durante dos décadas a través de sus redes sociales, buscadores y servicios. Somos la materia prima.
  • La infraestructura: Sus nubes, Amazon Web Services y Microsoft Azure, son el terreno sobre el que se construye prácticamente toda la industria. Son los dueños del suelo digital.
  • El talento: Fichan a los mejores cerebros del planeta a golpe de talonario, vaciando las universidades y las startups más pequeñas.
  • Los modelos de IA: Y, por supuesto, controlan los grandes modelos de lenguaje que definen el estado del arte.
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Permitir esta concentración de poder es mucho más peligroso que dejar que un monopolio controle el petróleo o las telecomunicaciones. Es entregarles las llaves de nuestro futuro. Es dejar que decisiones críticas sobre la salud, la justicia, la educación o la seguridad se tomen en salas de juntas en California, mediante algoritmos opacos cuyos verdaderos objetivos son el engagement y el beneficio trimestral, no el bienestar social. Podría convertirse en la privatización silenciosa de las funciones del Estado y de la propia sociedad civil.

El mito del garaje y la farsa de las startups

Nos siguen vendiendo el mito del garaje, de la startup disruptiva que nace para desafiar a los gigantes. El caso de OpenAI es el mejor y más triste ejemplo de esta farsa. Nació en 2015 como un proyecto «abierto» y «sin ánimo de lucro», el David que iba a luchar contra los Goliats corporativos. Hoy es, en la práctica, el departamento de I+D de Microsoft, una máquina de miles de millones de dólares completamente integrada en su modelo de negocio.

Lo mismo ocurre con Anthropic, el supuesto rival «ético» de OpenAI, fundado por ex-empleados que huyeron del giro comercial de Sam Altman. Su noble causa está financiada, hasta las trancas, por Amazon y Google. No hay rebelión. Las startups no pueden competir. Necesitan la infraestructura de computación de los gigantes para sobrevivir, convirtiéndose en vasallos de los mismos reyes a los que pretendían destronar. Lo que se ha consolidado no es un ecosistema de innovación, es un cártel que bloquea cualquier alternativa real.

La cruda realidad: fallos, quiebras y desastre ecológico

Detrás de la fachada de éxito y de las demos espectaculares, la industria de la IA es un castillo de naipes.

  • La realidad financiera: Como desveló un brutal informe del MIT, el 95% de las inversiones corporativas en IA no están generando ningún beneficio. La industria pierde miles de millones cada año y su modelo de negocio se basa en el hype, en vender una promesa de futuro, no una realidad rentable.
  • La realidad técnica: Los modelos alucinan. Se inventan datos con una confianza que asusta, reproducen los peores sesgos de nuestra sociedad (racismo, sexismo) y necesitan un ejército invisible de trabajadores precarios en países del Sur Global para etiquetar datos y corregir sus chapuzas.
  • La realidad medioambiental: Y todo esto, con un coste ecológico demencial. El consumo de energía y agua de los centros de datos que entrenan estas bestias es un desastre que contradice cualquier discurso hipócrita sobre sostenibilidad que estas mismas compañías promueven.

La batalla por el futuro no es contra los robots

La industria de la IA nos distrae con un espectáculo. Nos hablan de superinteligencias que nos salvarán (la utopía) o que nos aniquilarán (el apocalipsis). Es una cortina de humo para que no hablemos del problema real y presente: la pérdida de control democrático sobre la tecnología que ya está moldeando nuestras vidas.

Pero no todo está perdido. Hay señales de resistencia. Demandas antimonopolio en Estados Unidos y Europa, debates sobre soberanía tecnológica y movimientos que exigen infraestructuras digitales públicas y auditables. La solución no es «usar bien» la IA. La solución es cambiar las reglas del juego en las que se diseña y se despliega. La inteligencia artificial no es un destino inevitable. Es una construcción política. Y la batalla que tenemos por delante no es contra los Terminators. Es contra la oligarquía que los está construyendo.

¿Crees que estamos entregando demasiado poder a las grandes tecnológicas? ¿Es posible una IA desarrollada para el bien común y no solo para el beneficio privado? El debate sobre el futuro de nuestra sociedad digital es el más importante de nuestro tiempo. Déjanos tu opinión en los comentarios y únete a la discusión en Instagram, Facebook y YouTube.

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