
Si pensabas que ya lo habías visto todo en coches eléctricos con aceleraciones de infarto, prepárate para que tu cerebro haga cortocircuito. Olvida los Teslas en modo Ludicrous o Plaid, ignora los hypercars de millones de euros. Ha llegado un demonio británico llamado McMurtry Speirling, y sus cifras no son de este planeta: hace el 0 a 100 km/h en unos demenciales 1,4 segundos. ¡UNO PUNTO CUATRO! Lee eso otra vez. Es menos tiempo del que tardas en decir «coche eléctrico».
Este engendro, que parece diseñado por el mismísimo Lucius Fox para una versión cabreada de Batman, no solo destroza cualquier récord de aceleración conocido, sino que lo hace con una tecnología tan bestia como peculiar y un campo de entrenamiento que es una auténtica bizarrada.
¿El secreto? ¡Ventiladores y un túnel fantasma!
¿Cómo diablos consigue esta máquina, que ni siquiera es especialmente grande, pegarte al asiento con más fuerza G que un caza despegando? La clave no está solo en un motor eléctrico brutal (que lo tiene, aunque McMurtry guarda con recelo las cifras exactas de potencia), sino en su sistema de ventiladores traseros.
Sí, como lo oyes. Al más puro estilo del mítico Brabham BT46B de F1 (que fue prohibido por ser demasiado bestia), el Spéirling utiliza dos ventiladores para succionar el aire de debajo del coche, pegándolo al asfalto con una fuerza descomunal. Hablamos de generar hasta 2.000 kg de carga aerodinámica (downforce) ¡estando parado!. Eso es más que el propio peso del coche (que ronda la tonelada). En cristiano: tiene tanto agarre que, teóricamente, podría conducir por el techo. Esta «aspiradora» con ruedas es lo que le permite transferir toda la potencia eléctrica instantánea al suelo sin convertirse en una peonza de humo y fibra de carbono.
Y si la tecnología ya es loca, espera a oír dónde la prueban. McMurtry utiliza un túnel ferroviario abandonado del siglo XIX en Gloucestershire, Reino Unido. Un entorno oscuro, estrecho y con más de 100 años de historia, donde esta cápsula del futuro pule sus salvajes prestaciones. La imagen mental de este Batmóvil eléctrico zumbando a velocidades absurdas por una reliquia de la ingeniería victoriana es para enmarcar. ¿Control total del entorno? ¿Privacidad absoluta? ¿O simplemente les mola el rollo steampunk-futurista? Sea como sea, es una genialidad de marketing… y un poco perturbador.
¿La máquina definitiva o un juguete absurdo?
Seamos claros, como gurutecnianos que somos: este coche es una demostración de fuerza bruta ingenieril. Ha pulverizado el récord de subida en el Goodwood Festival of Speed, dejando en ridículo a coches de F1 y prototipos de Le Mans. Es la cumbre de la aceleración sobre ruedas.
PERO… ¿sirve para algo más que para romper cronómetros y alimentar los sueños húmedos de petrolheads reconvertidos a electroheads con cartera abultada? Pues no mucho. No es matriculable, su autonomía a ritmo de récord debe medirse en segundos, y encontrar un lugar donde desatar sus 1,4 segundos sin desintegrarte requiere un circuito… o el túnel victoriano de marras.
Es una proeza tecnológica, un escaparate brutal de lo que se puede hacer con electrones, ventiladores y mucha osadía británica. ¿Útil? Para nada. ¿Necesario? Menos aún. ¿Absurdamente FASCINANTE? ¡Por supuesto!
¿Y tú? ¿Te subirías a esta bestia o te parece una locura peligrosa? ¿Crees que los fan cars son el futuro o una trampa tecnológica? ¡Queremos leer tu opinión en los comentarios! ¡Que arda el debate!