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Gurú Tecno

¿Europa se rinde? El nuevo plan para que los coches eléctricos chinos entren sin pagar peaje

abril 12, 2025

¿Recuerdas los discursos grandilocuentes sobre “proteger la industria europea” y “garantizar una competencia justa”? Bien, puedes ir guardándolos en el cajón del olvido. Porque ahora, en un inesperado giro de guion digno de una telenovela geopolítica, la Unión Europea está negociando con China nada menos que eliminar los aranceles a sus coches eléctricos.

Los aranceles que hace menos de un año se aprobaron con bombos, platillos y la promesa de defender a los fabricantes europeos frente al “dumping eléctrico” de China, ahora podrían desaparecer como por arte de magia. ¿La razón? Una propuesta de Pekín para establecer precios mínimos de venta para sus coches eléctricos en suelo europeo. Nada de subsidios ocultos, nada de precios ridículamente bajos. Solo una etiqueta con un número mínimo. Como si eso fuera suficiente.

Y mientras Europa se toma selfies en Bruselas con cara de “hemos encontrado una solución elegante”, la realidad es que esta movida huele a capitulación encubierta. ¿Por qué? Porque los aranceles no solo eran una respuesta económica, sino un mensaje político: “no vamos a dejar que nos pasen por encima”. Ahora, ese mensaje se diluye entre reuniones, apretones de manos y sonrisas forzadas.

La paradoja alemana y el dilema europeo

Alemania, que siempre juega su propio partido, fue una de las voces disidentes contra los aranceles. No por amor a los coches chinos, sino por amor al dinero: BMW, Volkswagen y compañía fabrican en China, y esos aranceles también los perjudicaban a ellos. ¿Competencia desleal? Claro, pero que la sufra el vecino. El resto de Europa, como siempre, atrapado entre la defensa de principios y la presión de los lobbies industriales.

La votación en la Comisión Europea fue una radiografía brutal del desorden interno: solo 10 votos a favor de los aranceles, 5 en contra y 12 abstenciones. Traducido: nadie quiere mojarse demasiado. Y mientras tanto, China observando desde la tribuna con una sonrisa tipo “sabíamos que no aguantarían”.

Un mundo en llamas… y Europa en modo diplomático

Todo esto ocurre mientras Trump vuelve a la carga con aranceles brutales a China, empujándolos del 104 % al 145 % en un abrir y cerrar de tweets. El mundo se tensa, las cadenas de suministro tiemblan, y Europa… negocia. Se muestra como la voz moderada en un planeta que va directo al proteccionismo salvaje. Una apuesta que puede salir cara.

Porque si Europa elimina los aranceles a cambio de un precio mínimo, hay que preguntarse: ¿quién fiscaliza ese precio? ¿Qué pasa si una marca china lanza un modelo con precio mínimo, pero luego lo “compensa” con financiación, seguros gratis y mil trucos comerciales? El campo de juego seguirá inclinado, solo que maquillado.

¿Qué viene ahora?

En los próximos meses veremos si este plan se concreta. Si lo hace, puede que asistamos a una nueva oleada de coches eléctricos chinos colonizando las calles europeas, con precios que —aunque mínimos— seguirán siendo una amenaza directa a la industria automotriz del Viejo Continente. Porque seamos claros: ni los aranceles eran una solución mágica, ni este “acuerdo amistoso” con China es garantía de equilibrio.

El verdadero problema está más abajo, en el subsuelo de las decisiones: Europa lleva años reaccionando en vez de anticiparse, regulando en vez de innovar, y dependiendo de actores externos para avanzar en su transición energética. No es solo una cuestión de comercio o diplomacia, es una cuestión de visión. Si las reglas del juego se negocian en función del miedo a la represalia china o del impacto sobre los intereses corporativos alemanes, entonces lo que está en juego no es el precio de un coche, sino el futuro de la soberanía tecnológica europea.

¿Valió la pena todo este teatro? ¿Fue una jugada maestra de diplomacia o una rendición encubierta, disfrazada de pragmatismo económico? Quizá la respuesta no llegue hoy, pero en unos años, cuando los concesionarios europeos estén repletos de modelos chinos con logos impronunciables y los fabricantes locales sigan esperando subsidios o protecciones, alguien levantará la mano y preguntará por qué se permitió esto.

Una cosa es segura: el futuro de la movilidad eléctrica en Europa ya no se decide solo en Bruselas, Berlín o París. También se cocina en Pekín… y los ingredientes los pone el que tiene la sartén por el mango.

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