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Gurú Tecno

La tecnología se libra del castigo: Trump suaviza su guerra comercial

abril 12, 2025

El presidente Donald Trump, el hombre que un día prometió hacer grande a América, parece haber olvidado que la tecnología, ese pequeño sector que define la vida moderna, no se construye con discursos patrióticos ni con aranceles. A falta de planes concretos para resucitar la manufactura estadounidense, Trump se ha visto obligado a admitir lo que era una obviedad: los teléfonos, ordenadores, chips y discos duros que hoy usamos no se hacen en Estados Unidos. Al menos no en las cantidades necesarias para mantener el país en pie.

Smartphones salvados in extremis: el iPhone no costará un riñón (todavía)

Así que, como quien apaga un incendio con gasolina, el presidente ha decidido hacer un pequeño giro en su guerra comercial. Y lo ha hecho a lo grande: una exención monumental para los productos tecnológicos, aquellos que, al final del día, le dan vida a su teléfono de oro y le mantienen la imagen de «líder global». Porque, claro, si un iPhone sube 700 dólares en precio debido a los aranceles, eso puede hacer que incluso sus seguidores más fervientes dejen de comprar la manzana mordida.

Trump se rinde ante Apple, Samsung y compañía

Las excepciones llegan tras semanas de incertidumbre, donde los consumidores estadounidenses temían ver cómo sus amados dispositivos tecnológicos, fabricados principalmente en China y otras partes de Asia, se duplicaban en precio. El gesto, que por supuesto viene con un guiño a empresas como Apple y Samsung, es un reconocimiento de la irremediable globalización de la tecnología. Si Trump quería que los chips se fabricaran en Ohio, podría haber pedido que no los usáramos hasta que lo lograra. Pero claro, no está dispuesto a sacrificar la comodidad de su propio teléfono.

Las exenciones son una forma elegante de decir: “No sé cómo arreglar esto, pero al menos mantengamos a las grandes corporaciones contentas”. Sin embargo, esto no significa que la incertidumbre haya desaparecido. Los analistas ya advierten que las exenciones podrían ser efímeras, y que en cualquier momento Trump podría reactivar su promesa de un arancel específico para los chips, como si una guerra comercial de estas dimensiones fuera un juego de Monopoly donde las piezas son literalmente el futuro tecnológico del planeta.

No es la primera vez que el presidente se juega el todo por el todo en este tipo de apuestas. Durante su primer mandato, ya había eximido a los teléfonos y dispositivos electrónicos de gravámenes con China, porque, al fin y al cabo, no hay nada más patriótico que un iPhone barato. Y no olvidemos que la industria tecnológica de China es, por lejos, la más grande y la que más exporta a Estados Unidos. De ahí que los 127.000 millones de dólares en productos electrónicos sean una pequeña fortuna que Trump no puede ignorar.

Wall Street al borde del ataque de nervios: la bolsa no perdona los caprichos presidenciales

Mientras Trump juguetea con aranceles como si fueran cromos de colección, los mercados financieros entran en pánico. La bolsa estadounidense ha sufrido caídas notables durante la última semana, reflejo del nerviosismo generalizado ante la falta de una hoja de ruta clara. Las amenazas de gravámenes del 145% a productos chinos y del 125% de respuesta por parte de Pekín no solo asustan a las empresas tecnológicas: también disparan la desconfianza de los inversores, que ya huelen a recesión.

Las grandes tecnológicas, especialmente aquellas con cadenas de producción globalizadas, han sido las más golpeadas en este carrusel de incertidumbre. Apple, por ejemplo, ha visto su cotización tambalearse ante la posibilidad de que sus márgenes se reduzcan drásticamente si los aranceles se aplican sin anestesia. Y cuando Apple sufre, el resto del Nasdaq se pone a temblar. Lo mismo va para los fabricantes de componentes, desde chips hasta discos duros, cuyas acciones han vivido jornadas negras solo comparables con los peores momentos de la pandemia.

Y es que cada vez que Trump tuitea sobre “ganar la guerra comercial”, un trader se lanza por la ventana. La economía no es un reality show, pero la Casa Blanca parece no haber enterado de nada.

Dos gorilas en la selva: la guerra comercial en versión King Kong vs Godzilla

La escena no puede ser más clara: dos gorilas gigantes –Estados Unidos y China– dándose golpes de pecho en mitad de la selva global, mientras todo el ecosistema tecnológico tiembla a su alrededor. Cada rugido de Trump o cada zarpazo de Pekín sacude los árboles del comercio internacional, haciendo caer inversiones, paralizando cadenas de suministro y dejando a los consumidores escondidos entre los matorrales, rezando para que su próximo smartphone no cueste lo mismo que un coche.

Y como en toda pelea de titanes, los daños colaterales no se hacen esperar: desde Apple hasta una startup que depende de un microchip asiático para lanzar su producto, todos se ven atrapados en esta lucha de egos. La diferencia es que aquí no hay un director gritando “¡corten!” ni efectos especiales: las consecuencias son reales, y se miden en miles de millones de dólares… y en la paciencia de un mundo cada vez más cansado del espectáculo.

Mercados en caída, presión interna y miedo a la recesión: razones reales del volantazo

Pero, como en una novela de Kafka, los usuarios de tecnología solo tienen una certeza: la incertidumbre. Porque, después de todo, aunque esta semana Trump ha suavizado su guerra arancelaria, el futuro siempre estará a merced de la próxima crisis, la próxima decisión errática, la próxima pelea entre Pekín y Washington. Los consumidores de Estados Unidos no pueden descansar tranquilos, porque la promesa de un arancel del 145% sobre productos chinos o el estallido de nuevas tensiones comerciales podría ser el siguiente «bandazo comercial» que haga subir los precios.

Y mientras Trump sigue improvisando su política comercial como quien juega a la ruleta rusa con la economía mundial, los líderes tecnológicos hacen lo que mejor saben hacer: mirar para otro lado, esperar que pase la tormenta y seguir fabricando en Asia. Porque, seamos claros, ni Apple va a levantar fábricas en Kansas ni Samsung va a ensamblar móviles en Nebraska por un capricho presidencial. Lo único que está fabricando Trump con esta estrategia errática es más incertidumbre, más volatilidad en los mercados y más titulares para su show político.

Al final, la guerra comercial de Trump es un espectáculo sin fin en el que la economía global paga el precio, pero los principales beneficiados siguen siendo las grandes multinacionales. Mientras tanto, nosotros, los usuarios finales, seguimos atrapados entre las expectativas de grandeza de un presidente y la realidad de un mundo donde las piezas tecnológicas no se fabrican donde él decida, sino en fábricas lejanas que Trump prefiere ignorar hasta que le conviene. ¡Qué espectáculo!

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