
En una de las intervenciones más contundentes que se recuerdan desde la Santa Sede, el Papa León XIV, el primer pontífice nacido en Estados Unidos, ha lanzado un misil directo a la línea de flotación de la nueva aristocracia mundial: los multimillonarios de la tecnología. Y no se ha andado con rodeos. Ha señalado, con nombre y apellidos, al mesías de esta nueva era: Elon Musk.
En su primera gran entrevista desde que fue elegido en mayo, el Papa ha expresado su profunda preocupación por la creciente brecha entre los súper ricos y los trabajadores, utilizando a Musk como el ejemplo perfecto de una acumulación de riqueza que, según él, está «socavando el valor de la vida humana, de la familia y de la sociedad».
«Si esto es lo único que tiene valor, estamos en serios problemas»
Refiriéndose a la posibilidad de que Musk se convierta en el primer billonario (trillionaire en inglés) del mundo gracias a su nuevo y demencial plan de compensación en Tesla, la pregunta del Papa fue lapidaria: «¿Qué significa eso y de qué se trata?». Y sentenció: «Si eso es lo único que todavía tiene valor, entonces estamos en serios problemas».

Es una crítica frontal a una cultura, la de Silicon Valley, que parece haber elevado la acumulación de capital a la categoría de deidad, por encima de cualquier otro valor humano o social.
Una brecha que se ha multiplicado por 100
Aunque ha personalizado su crítica en Musk, el Papa León XIV ha dejado claro que el problema es sistémico. Ha recordado que, hace 60 años, un CEO podía ganar entre cuatro y seis veces más que un trabajador medio. Hoy, esa cifra, según los datos que maneja, se ha disparado hasta 600 veces más. Una desigualdad que, en su opinión, está provocando la pérdida de «un sentido superior de lo que significa la vida humana».
El veredicto del Gurú: un choque de imperios
La intervención del Papa León XIV es un acontecimiento de una importancia brutal. Es el choque de dos imperios: el del Vaticano, una de las instituciones más antiguas y con mayor poder «blando» del planeta, contra el nuevo imperio de Silicon Valley, que con su poder tecnológico y financiero está redefiniendo las reglas del mundo a una velocidad vertiginosa.
La crítica del Papa no es un simple lamento moral. Es una advertencia política. Es un recordatorio de que la tecnología no es neutral, y de que la concentración de una riqueza y un poder tan masivos en tan pocas manos, sin ningún tipo de control democrático o de responsabilidad social, tiene unas consecuencias devastadoras para el tejido de nuestra sociedad.
Es una batalla por el «alma» del siglo XXI. Y el Papa, con esta intervención, ha decidido que la Iglesia no va a ser un mero espectador.
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