
En la nueva guerra fría tecnológica, las superpotencias ya no se miden por sus ojivas nucleares, sino por sus exaflops. Y en esa carrera, Microsoft y NVIDIA acaban de anunciar la construcción de su nueva arma de destrucción masiva: un centro de datos en Wisconsin que, según el propio CEO de Microsoft, Satya Nadella, será «el centro de datos de IA más potente del mundo».
No es una simple actualización de servidores. Es una inversión de 4.000 millones de dólares para construir una auténtica catedral del silicio, una máquina diseñada con un único propósito: entrenar y ejecutar los modelos de inteligencia artificial más grandes y complejos del planeta.
Un ejército de bestias Blackwell GB200
El corazón de esta nueva supercomputadora será un ejército de cientos de miles de los chips más potentes y codiciados del planeta: los NVIDIA Blackwell GB200.

La afirmación de Satya Nadella es de una ambición que marea: «Este centro de datos tendrá un rendimiento diez veces superior al de la supercomputadora más rápida del mundo actual«. Es una declaración de guerra directa a sus competidores en la carrera por la supremacía de la IA.
Una sed de energía insaciable
Construir el cerebro artificial más grande del mundo tiene un coste energético demencial. Para alimentar a esta bestia, Microsoft construirá un parque solar de 250 millones de vatios. Y aun así, no será suficiente. Se estima que los dos centros de datos de Microsoft en la zona requerirán más de 900 millones de vatios de electricidad, el consumo de una pequeña ciudad.
El veredicto del Gurú: la infraestructura del nuevo imperio
La construcción de este «súper centro de datos» es la prueba definitiva de que la inteligencia artificial ha dejado de ser un negocio de software para convertirse en un negocio de infraestructura pesada. La nueva carrera espacial no es por llegar a la Luna, es por ver quién construye el ordenador más grande de la Tierra.
Microsoft, gracias a su alianza estratégica (y casi monopolística) con NVIDIA, está construyendo la infraestructura sobre la que correrá la economía del futuro. Están invirtiendo decenas de miles de millones de dólares para asegurarse de que, en la era de la IA, todas las carreteras pasen por su peaje. Es una apuesta de una escala y una ambición que solo un puñado de compañías en el planeta pueden permitirse. Y es una que, muy probablemente, les va a salir muy, muy bien.
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