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La gran estafa de la universidad: por qué media Generación Z cree que tiró su dinero (y un famoso CEO les da la razón)

junio 17, 2025

«Ve a la universidad, saca un título y tendrás un buen trabajo y un futuro estable«. Yo, el Gurú que escribe estas líneas, crecí con ese mantra. Fui a la universidad, me formé y creo firmemente en el valor de esa etapa. Y precisamente por eso, me cuesta entender y ver cómo esa promesa se ha convertido en una broma de mal gusto, en una auténtica estafa para la Generación Z. Una encuesta brutal revela que la mitad de la Generación Z de Estados Unidos cree que ir a la universidad fue, simple y llanamente, tirar el dinero.

No es un capricho. Es la constatación de una fractura entre el mundo académico y el mercado laboral. Y para echar más leña al fuego, famosos CEOs como Aaron Levant (Complex) salen a la palestra a decir que el título universitario les importa un bledo. Bienvenidos a la nueva y caótica realidad, un campo de batalla donde las viejas reglas han muerto y las nuevas son una trampa contradictoria.

El diploma en la hoguera: cuando la eealidad aplasta la promesa

La desilusión de los jóvenes no es un capricho, está respaldada por datos demoledores. Mientras en EE.UU. la deuda estudiantil ahoga a una generación, en España el panorama es igual de sombrío. Un 40% de nuestros universitarios está «subempleado» (trabajando en puestos por debajo de su cualificación) cuatro años después de graduarse. Lideramos las cifras de sobrecualificación de toda la Unión Europea.

¿La respuesta racional de los jóvenes en España y China? Huir del sector privado y lanzarse en masa a opositar. Buscan en el empleo público la estabilidad, los horarios y los salarios decentes que el mercado «moderno» les niega. No es pereza, es una decisión estratégica ante un sistema que les ha fallado.

La gran contradicción: la hipocresía del «jefe moderno»

El CEO Aaron Levant personifica el problema. No valora los títulos, pero busca un cóctel imposible de cualidades en sus candidatos: quiere un «buscavidas» con proyectos propios, pero que a la vez sea súper leal y no haya cambiado de trabajo; quiere experiencia clónica en un puesto, pero desprecia la formación reglada que da las bases.

Análisis del Gurú: Esta es la hipocresía que está quemando a una generación. Se les pide ser emprendedores con alma de funcionario. Se castiga el «job hopping«, pero, ¿cómo se supone que un joven curioso adquiere experiencia o encuentra su pasión si no es probando? En la era de la IA, pedir «experiencia clónica» en un puesto que puede quedar obsoleto en dos años es una miopía estratégica. Se necesita gente con capacidad de aprender, no clones de trabajos en extinción.

No tiremos al niño con el agua sucia: mi defensa de la EXPERIENCIA universitaria

Que quede claro: la crítica al sistema es feroz y necesaria. Pero de ahí a decir que «la universidad es tirar el dinero» hay un trecho muy peligroso. Y aquí hablo desde la experiencia personal. El problema no es la universidad en sí misma, sino la devaluación de lo que realmente ofrece más allá del papelito.

El valor real de la universidad no es el título. Son tres activos intangibles que ningún curso online o «side hustle» te puede dar de la misma manera:

  1. Aprender a aprender: La universidad, en su esencia, es un gimnasio para el cerebro. Es donde aprendes a investigar, a analizar críticamente, a estructurar un argumento, a debatir, a enfrentarte a problemas abstractos y a sintetizar información compleja. No te enseña QUÉ pensar, te enseña CÓMO pensar. Y esa habilidad es la más valiosa en un mundo que cambia a la velocidad de la IA.
  2. La agenda de contactos que vale oro: Tus compañeros de seminario, los de las fiestas, los que te pasan los apuntes… son los CEOs, fundadores, directivos y expertos del mañana. La red de contactos que construyes en la universidad, si eres inteligente y te mueves, es un activo profesional que puede valer más que cualquier máster.
  3. La madurez acelerada: Para la mayoría, es la primera vez que gestionas tu propio tiempo, tu dinero, tu vida. Es enfrentarte al fracaso de un suspenso, a la presión de los exámenes, a la euforia de un trabajo bien hecho y a la responsabilidad de vivir por tu cuenta. Es una cura de humildad y una lección de vida intensiva.

Conclusión del Gurú: el sistema está roto, no la idea

El problema no es la Generación Z, ni siquiera la universidad como concepto. El problema es un sistema roto con un doble fallo. Por un lado, un mercado laboral hipócrita que pide unicornios. Por otro, un sistema educativo que se ha vendido a sí mismo como una simple «fábrica de empleados», olvidando comunicar que su verdadero valor reside en forjar mentes críticas y redes humanas.

La solución no es demoler las universidades, sino reformarlas para que se enfoquen en potenciar esas habilidades blandas y, sobre todo, exigir al mercado laboral que valore la capacidad de análisis, la resiliencia y la inteligencia social que se cultivan en ellas, en lugar de mirar solo la línea final del currículum. La Generación Z no está perdida, simplemente se ha dado cuenta antes que nadie de que el rey va desnudo.

¿Crees que la universidad sigue siendo una inversión rentable por la experiencia o es un simple trámite caro? ¿Qué valoras más: el título, la experiencia vital o los contactos? El debate generacional más importante está servido.

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