
Sam Altman, el sumo sacerdote de OpenAI y el hombre que tiene el futuro de la humanidad en un prompt
, ha vuelto a hablar. Y cuando lo hace, el resto del mundo tecnológico calla y escucha. En un reciente ensayo con el mesiánico título de «La Singularidad Amable», Altman no se ha andado con chiquitas: ha puesto fecha de caducidad a la creatividad exclusivamente humana.
Olvídense de ChatGPT escribiendo correos insulsos o generando imágenes de gatos con sombreros de copa. El CEO de OpenAI está hablando de algo que hasta ahora pertenecía al terreno de Isaac Asimov: sistemas de IA capaces de generar «ideas nuevas» y «descubrimientos científicos» para 2026.
Sí, has leído bien. En menos de dos años.
El calendario de la revelación según San Altman
Altman ha sacado la bola de cristal y ha dibujado una hoja de ruta tan precisa que da vértigo. Basándose en los avances de sus modelos de razonamiento internos, los o3 y o4-mini, la línea temporal es la siguiente:
- 2025 (ahora): La llegada de los «agentes cognitivos». La IA que ya no solo obedece, sino que «trabaja». Según Altman, programar ordenadores ya nunca será lo mismo. Esto ya lo estamos viendo, es el aperitivo.
- 2026 (el bombazo): La llegada de sistemas que pueden «descubrir ideas nuevas». Este es el salto cuántico. No se trata de recombinar información existente, sino de generar hipótesis, resolver problemas complejos y, en esencia, PENSAR de forma original.
- 2027 (la materialización): La llegada de robots que pueden ejecutar esas ideas en el mundo físico. La IA sale de la nube y empieza a apretar tornillos.
Para la década de 2030, la visión es de una «abundancia salvaje de inteligencia y energía». Un mundo donde una sola persona podrá lograr lo que hoy requiere equipos enteros.
La guerra fría de la IA: Google no se piensa quedar mirando
Por supuesto, OpenAI no está sola en esta carrera armamentística. Mientras Altman lanza sus profecías, en los laboratorios de Google se está cocinando una respuesta. Su agente AlphaEvolve ya ha dado que hablar en el mundo académico, supuestamente generando enfoques novedosos para problemas matemáticos que tenían a los humanos rascándose la cabeza. La guerra no es por quién genera el mejor chatbot, es por quién crea el primer científico digital.

Los herejes: La dosis de realidad que enfría el hype
Pero, ¿es todo esto real o estamos ante el mayor hype de la historia? Dentro de la propia élite tecnológica, hay voces escépticas que actúan como un necesario cable a tierra.
- Thomas Wolf, el jefazo científico de Hugging Face, lo dijo claro: las IA actuales son geniales para responder, pero no saben hacer las preguntas correctas, que es la verdadera clave de un avance científico.
- Kenneth Stanley, un ex-líder de investigación de la propia OpenAI, remata: los modelos actuales no pueden generar hipótesis nuevas.
Son como un loro increíblemente avanzado que puede recitar toda la Wikipedia, pero que nunca se preguntará «¿y si…?»
Conclusión del Gurú: ¿Importa si es «creatividad real»?
Altman nos pone ante un precipicio fascinante. Por un lado, su visión de una IA que acelere la cura de enfermedades o el descubrimiento de nuevos materiales es embriagadora. Por otro, los escépticos nos recuerdan que la chispa de la genialidad humana es, hasta ahora, irreplicable.
Pero aquí va mi veredicto: la discusión filosófica sobre si la «creatividad» de la IA es «real» o una simple simulación matemática de alto nivel es irrelevante para el mundo práctico. Si en 2026 una IA propone una molécula que cura el alzhéimer, ¿nos importará un carajo si tuvo una «epifanía» o si fue el resultado de un cálculo de fuerza bruta?
Sam Altman ha disparado el pistoletazo de salida. La pregunta ya no es si la IA cambiará el mundo, sino a qué velocidad lo hará y si estamos preparados para ello.
¿Crees que Altman acierta en su predicción o que la comunidad científica le parará los pies? ¿Estamos a las puertas de una nueva era dorada o del mayor bluf tecnológico? ¡Queremos leer tu opinión en los comentarios!
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