De padrino a enemigo público: OpenAI quiere silenciar a Elon Musk
abril 13, 2025
La inteligencia artificial no para de evolucionar… y los egos tampoco. En el último capítulo del drama tech más entretenido de los últimos tiempos, OpenAI ha contraatacado legalmente a su antiguo padrino, Elon Musk, acusándolo de acoso, sabotaje y de montar un show mediático para entorpecer su nueva etapa empresarial. ¿Plot twist? Quieren que un juez le ponga un bozal judicial. Sí, has leído bien.
Elon Musk, el showman de las demandas
Según OpenAI, Elon ha pasado de ser un impulsor visionario de la IA a convertirse en un troll legal con jet privado, dispuesto a torpedear todo lo que no controla. La compañía afirma que sus ataques no tienen nada que ver con preocupaciones éticas o filosóficas sobre la IA, sino con el más puro y duro resentimiento empresarial.
Entre las “hazañas” de Musk que detalla la contrademanda:
Una oferta no solicitada de 97.400 millones de dólares para quedarse con los activos de OpenAI.
Exigencias de acceso a registros internos, como si aún tuviera llaves del despacho.
Y por supuesto, su arsenal tuitero, con el que lanza acusaciones diarias a sus 200 millones de seguidores en X (sí, esa red social que compró y reventó a partes iguales).
OpenAI lo tiene claro: Elon no quiere justicia, quiere control. Y como no pudo fusionar la empresa con Tesla en su día, ahora juega al saboteador herido.
Altman a Musk: “Menos IA y más psiquiatra” (pero con abogados de por medio)
La batalla entre Elon Musk y OpenAI ha dejado de ser solo legal; ahora es personal, cruda y sin filtro. La empresa de Sam Altman ha decidido bajarse del pedestal corporativo para ensuciarse las manos en el barro de X (antes Twitter), donde todo se reduce a frases lapidarias y acusaciones en modo fuego cruzado.
Desde la cuenta oficial de prensa de OpenAI, no se anduvieron con rodeos y soltaron algunas joyas que podrían haber salido de un stand-up de humor negro:
“Elon nunca se centró en la misión. Solo en sus propios planes. Intentó tomar el control de OpenAI. Al no salirse con la suya, se marchó furioso.”
Y luego, el golpe bajo con estilo que mezcla cinismo, frustración y precisión quirúrgica:
“Estas payasadas son solo historia que se repite. Elon se centra en Elon.”
Traducción libre: “Elon no quiere salvar al mundo con IA, quiere salvar su ego. Y si puede joder a los que no se arrodillan ante él en el proceso, mejor todavía.”
Por supuesto, Elon no se quedó callado. En su estilo habitual —mezcla de troll, visionario y emperador romano sin toga—, respondió como si estuviera firmando un meme:
“El estafador Altman está en ello otra vez.”
No ofreció argumentos, ni documentos, ni contexto. Solo un tuit que podría haber escrito mientras conducía un Tesla en piloto automático. Porque cuando Elon se siente atacado, no argumenta: golpea. Con este cruce de acusaciones públicas, la tensión entre Elon Musk y OpenAI ha escalado a un nuevo nivel, mucho más allá de los tribunales. La disputa no solo afecta la imagen pública de ambas partes, sino que también plantea serias implicaciones para el desarrollo y la gobernanza de la inteligencia artificial. Las declaraciones de OpenAI, acompañadas de documentación interna, intentan reforzar su narrativa de que Musk actúa por interés personal, mientras que la respuesta de Musk sugiere una supuesta falta de transparencia en la transición de OpenAI hacia un modelo con fines de lucro.
¿Y ahora qué?
Las dos partes se verán las caras en la primavera de 2026 en un juicio con jurado, si antes no se destruyen en Twitter (perdón, X). La pelea no es solo por control, es por el futuro de la inteligencia artificial, el dinero de los inversores y el ego de dos de los hombres más influyentes —y peligrosamente impredecibles— del mundo tech.
OpenAI quiere seguir levantando 40.000 millones de dólares como si fueran cromos del Mundial, mientras Musk insiste en que todo esto huele a estafa con disfraz de filantropía digital.
Bienvenidos al AI Thunderdome
Este juicio no va de contratos rotos. Va de quién controla el futuro de la inteligencia artificial. Sam Altman y Elon Musk son como dos emperadores enfrentados por el mismo trono: uno quiere una IA que haga el bien (y dinero), el otro quiere una IA que haga lo que él diga.
Y en el centro del campo de batalla: nosotros, los usuarios, los datos… y las consecuencias de dejar la IA en manos de titanes con cuentas bancarias infinitas y paciencia cero.