
Durante décadas, «Made in Germany» en un coche ha sido sinónimo de perfección, de ingeniería superior, de dominio absoluto. Mercedes, BMW, Audi, Volkswagen… un imperio industrial que parecía invencible, el orgullo de Europa. Pero los imperios, por muy grandes que sean, también se oxidan. Y el alemán no solo está oxidado; está en caída libre.
Nuevos y demoledores datos de la Oficina Federal de Estadística de Alemania (Destatis) y de la consultora Ernst & Young (EY) pintan un cuadro desolador: una hemorragia de empleos sin precedentes, una incapacidad para competir en la nueva era del coche eléctrico y un futuro muy, muy oscuro. Es la crónica de un gigante que se durmió en los laureles mientras el mundo cambiaba a la velocidad del silicio.
La autopsia de la crisis: 51.500 empleos a la basura en un año
Las cifras, según ha informado la CNBC, son para marearse. Solo en el último año, la industria automotriz alemana ha destruido 51.500 puestos de trabajo. Es una caída del 7% de su fuerza laboral. Para que entiendas la magnitud de la catástrofe, esto representa casi la mitad de todos los empleos industriales perdidos en Alemania en el mismo periodo. Y si lo comparamos con los niveles previos a la pandemia, la sangría asciende a 112.000 trabajadores.

Atrapados entre China y Estados Unidos
El informe de Ernst & Young señala a los dos grandes culpables de esta debacle. Por un lado, China. Los fabricantes alemanes, lentos y ahogados en burocracia, no pueden igualar la velocidad de innovación ni el brutal control de costes de las marcas chinas en el coche eléctrico. Les están pasando por encima en su propio juego.

Y por el otro, Estados Unidos. Las políticas arancelarias de Donald Trump están empezando a hacer un daño real. Las exportaciones de coches y componentes alemanes a EEUU, uno de sus mercados más importantes, han caído un 8,6% en la primera mitad del año.
Un gigante lento en un mundo rápido
La crisis de la industria automotriz alemana es una lección brutal sobre la complacencia. Durante décadas, vivieron de su reputación, convencidos de que su ingeniería era superior. Pero se durmieron. No vieron venir la doble revolución del software y la electrificación.
Ahora se encuentran atrapados. Incapaces de competir en precio y agilidad con los chinos, y penalizados en el mercado estadounidense por las guerras comerciales. Su propia burocracia interna y las estrictas regulaciones europeas les impiden reaccionar con la velocidad que exige el nuevo paradigma. No es solo una crisis industrial; es un reflejo de la decadencia económica de toda Alemania. El gigante europeo se ha vuelto lento en un mundo que se mueve a la velocidad de la luz.

¿Crees que las marcas de coches alemanas podrán recuperarse de esta crisis? ¿O es el principio del fin de su dominio? El futuro de la industria del motor se decide ahora. Déjanos tu opinión en los comentarios y únete a la discusión en Instagram, Facebook y YouTube.