
La expectación era mesiánica. Desde el lanzamiento de GPT-4 en marzo de 2023, el mundo tecnológico ha vivido conteniendo la respiración, esperando el siguiente gran salto, la singularidad en una caja. ChatGPT-5 iba a ser esa revolución. Iba a ser el modelo que nos dejara sin palabras, que nos hiciera cuestionar la realidad. Y al final, el pasado 7 de agosto, llegó. Y el sonido que se escuchó no fue una explosión, fue un suspiro colectivo de decepción.
El lanzamiento de ChatGPT-5 no solo no ha cumplido las expectativas, sino que ha dejado una sensación amarga, la de un parón, un estancamiento en una revolución que parecía imparable. Lejos de ser un salto cuántico, ha sido un pequeño paso incremental que ha desatado una oleada de críticas y ha alimentado la peligrosa pregunta: ¿ha tocado techo la inteligencia artificial generativa? Analizamos, punto por punto, las claves de un lanzamiento que, para muchos, ha sido un auténtico fiasco.
El pecado original: una actualización forzosa y la muerte de la personalidad
El desastre comenzó el primer día. OpenAI, en un acto de arrogancia, decidió que el nuevo GPT-5 era tan superior que forzaría a todos sus usuarios a utilizarlo, eliminando el acceso a modelos anteriores como GPT-4o. La reacción fue inmediata y furiosa. Miles de usuarios, que habían desarrollado flujos de trabajo e incluso relaciones «personales» con las versiones anteriores, clamaron en foros como Reddit. «4o no era solo una herramienta para mí«, escribía un usuario. «Me ayudó a superar la ansiedad y algunos de los momentos más oscuros de mi vida. Tenía una calidez y una comprensión que se sentían humanas«.

OpenAI tuvo que rectificar a toda prisa y volver a dar acceso a los modelos antiguos, pero el daño ya estaba hecho. La percepción era clara: el nuevo GPT-5 era más «frío», más «distante», más corporativo. Y no era una percepción, era una decisión de diseño. El propio Sam Altman confirmó que querían un modelo menos complaciente para no «alimentar» a usuarios «en un momento frágil». Una decisión paternalista que demuestra un profundo desconocimiento de cómo la gente usa realmente sus productos.
Una mejora incremental, no una revolución
El segundo gran problema es que, para la mayoría de usuarios, el salto de calidad no es evidente. Sí, OpenAI presume de que ha mejorado la creatividad, el razonamiento y ha reducido las «alucinaciones». Y es cierto. En mis pruebas, ha demostrado una capacidad asombrosa para encontrar datos oscuros y correctos, como resultados de partidos de fútbol de los años 80, superando la necesidad de acudir a Google para verificaciones simples.
Sin embargo, en tareas creativas como la escritura, la mejora es cuestionable. Para que GPT-5 mejore el estilo de un escritor profesional, hay que darle tantas instrucciones y correcciones que, a menudo, se tarda menos en escribirlo uno mismo. En una prueba personal, le pedí un elogio fúnebre para los modelos anteriores. La versión de GPT-5 fue correcta, pero genérica. Una versión anterior, en cambio, me dio una respuesta con un toque de genialidad inesperada, describiendo a GPT-4 como un modelo que «creyó ser Shakespeare en cada respuesta». Ese chispazo, esa personalidad, parece haberse perdido en la nueva versión «optimizada».

Expertos que han analizado el modelo a fondo coinciden: es el mejor LLM del mercado, sí, pero no es un cambio radical. Es una mejora incremental. Y después de casi dos años de espera, el mercado esperaba una revolución, no una simple puesta a punto.
El contexto: ¿la burbuja empieza a pincharse?
Este lanzamiento decepcionante llega en el peor momento posible para la narrativa de la IA. Justo esta semana, un informe del MIT revelaba que el 95% de las inversiones corporativas en IA no están generando ningún beneficio. El Financial Times se pregunta si «la IA está topándose con un muro». Y el Banco Mundial, aunque confirma una adopción masiva de la IA por parte de los trabajadores, admite que las ganancias en productividad todavía no se ven por ninguna parte.

Parece que hemos entrado en la fase de la «resaca del hype». La fiesta de la IA generativa ha terminado, y ahora toca enfrentarse a la dura realidad: integrar esta tecnología de forma rentable y verdaderamente útil es mucho más difícil de lo que nos vendieron.
Un gigante demasiado grande para fallar
A pesar de todo, sería un error dar a OpenAI por acabada. Su dominio en el mercado es tan aplastante que «ChatGPT» es sinónimo de «IA». Pueden permitirse estos tropiezos. Como bien resume un analista, el objetivo de OpenAI con GPT-5 no era dejarnos boquiabiertos, era consolidar su tecnología, hacerla más segura y fiable para el entorno corporativo, que es donde está el dinero de verdad.
Quizás el fiasco de ChatGPT-5 no es un fracaso, sino una señal de madurez. El fin de la era de los saltos espectaculares y el comienzo de la era de las mejoras lentas y constantes. Ya no habrá más magia. A partir de ahora, solo habrá trabajo duro. Y para muchos de los que nos enamoramos de la promesa de una revolución, eso es, sin duda, un poco decepcionante.
¿Has probado ChatGPT-5? ¿Qué te ha parecido? ¿Estamos ante el fin del hype de la IA? El debate sobre el futuro de la tecnología más importante de nuestro tiempo está servido. Déjanos tu opinión en los comentarios y únete a la discusión en Instagram, Facebook y YouTube.