
Antes del iPhone, antes del Macintosh, antes incluso de que el logo de la manzana tuviera colores, hubo una máquina. Una simple placa de circuito verde vendida a un puñado de frikis en 1976. El Apple I. El Génesis. El «paciente cero» de todo lo que conocemos hoy. Un ordenador tan antiguo que la mayoría de sus 200 unidades originales se han convertido en polvo o en piezas de museo de valor incalculable.
Pues bien, uno de los padres fundadores, una auténtica leyenda de los primeros días de Apple, Daniel Kottke (amigo íntimo de Jobs y uno de los primeros empleados e ingenieros del Apple II), ha decidido resucitar a la bestia. Ha construido una réplica del Apple I y le ha añadido un pequeño «extra» del siglo XXI: un módulo Wi-Fi. ¿El resultado? Una reliquia de casi 50 años que es capaz de mantener una conversación fluida con ChatGPT.
El puente entre dos siglos: 1 MHz contra la superinteligencia
Paremos un segundo a pensar en la brutalidad de lo que esto significa. Por un lado, tenemos la arquitectura del Apple I:
- Procesador: 1 MHz. Un Megahercio. Tu reloj Casio probablemente tiene más potencia.
- RAM: 4 KB. Kilobytes. No Gigabytes. La última foto que te ha mandado tu madre por WhatsApp ocupa mil veces más espacio.

Y por otro lado, tenemos a ChatGPT, una inteligencia artificial entrenada en 2025 sobre una infraestructura de GPUs de última generación que cuesta decenas de millones de dólares. Lo que une a estos dos extremos de la historia de la computación es el mayor invento de la humanidad: Internet. El humilde módulo Wi-Fi actúa como un portal temporal, permitiendo que un dinosaurio del silicio le haga preguntas a un dios de la IA.
No es potencia, es conexión
Evidentemente, el Apple I no está «ejecutando» ChatGPT en sus circuitos. Sería como intentar remolcar un portaaviones con una bicicleta. La réplica del Apple I simplemente actúa como un terminal tonto. Envía el texto a través de internet a los servidores de OpenAI y recibe la respuesta para mostrarla en pantalla.
Pero esa es la magia del asunto. Este proyecto demuestra que, en la era de la nube y la computación distribuida, la potencia ya no reside exclusivamente en el dispositivo que tienes delante. Reside en la red. Con una simple conexión, hasta la pieza de hardware más arcaica puede acceder a la inteligencia más avanzada del planeta.
Un homenaje a la era de los pioneros
Este proyecto de Daniel Kottke es mucho más que un experimento friki. Es un homenaje y una lección de historia. Es un recordatorio de que los cimientos de la revolución de la IA en la que vivimos hoy se pusieron hace casi 50 años, en un garaje, por un puñado de visionarios como él y los dos Steves. Es la prueba de que una buena arquitectura abierta puede trascender el tiempo. Y es la demostración definitiva de que, al final, no se trata de los megahercios o los gigabytes, sino de las ideas. Conectar la primera gran idea de Apple con la última gran idea de la IA es, sencillamente, una genialidad poética.
¿Qué te parece esta fusión de pasado y futuro? ¿Es el recordatorio definitivo de que la conexión es más importante que la potencia de procesamiento? La historia de la informática se escribe cada día. Déjanos tu opinión en los comentarios y únete a la discusión en Instagram, Facebook y YouTube.