La extraña y turbulenta alianza entre Donald Trump y Elon Musk, que ha tenido más altibajos que la cotización del Bitcoin, parece haber llegado a su fin de la manera más predecible posible: con un portazo y tirando los «regalos» a la basura. Según informa la CNBC citando a un funcionario de la Casa Blanca, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ya está considerando vender o incluso regalar el flamante Tesla Model S que compró hace apenas unos meses.
Sí, ese mismo coche que muchos vieron como un «favor» o un gesto de apoyo público de Trump hacia un Elon Musk que se estaba llevando palos por todos lados por su cercanía con la administración. Pues bien, parece que el paripé ha terminado. Ahora que el «romance de conveniencia» se ha roto de la forma más dramática posible, Trump ya no necesita fingir que le gustan los coches eléctricos.
Si pensabas que la historia de Trump conduciendo un Tesla era el inicio de una bonita amistad, estabas muy equivocado. Ha sido un teatrillo corto, intenso y que ahora termina con el coche en Wallapop (o regalado a algún ayudante con mucha paciencia para buscar cargadores).
Un ‘romance’ de conveniencia que ha durado menos que una batería de Tesla en el frío (según el propio Trump)
La ruptura entre estos dos titanes del ego no es un secreto. Tras semanas de tensiones, donde vimos a un Bill Gates acusar a Musk de «matar niños» por sus recortes en ayuda internacional a través del DOGE (Departamento de Eficiencia Gubernamental) y a un Musk cada vez más sobrepasado por los problemas en sus propias empresas, el castillo de naipes se ha derrumbado.
Trump no ha tardado en quitarse la careta. En una de sus características publicaciones en su red social, Truth Social, el mandatario ha dejado claro su desprecio por la electrificación del parque móvil. Afirmó que su decisión de eliminar el mandato de vehículos eléctricos (que buscaba impulsar su venta masiva) fue porque «obligaba a todos a comprar coches eléctricos que nadie más quería». Y, de paso, lanzó la daga a su ex-amigo: según Trump, esta decisión «enloqueció a Elon Musk» y fue una de las razones clave por las que su relación se fue al traste.
La compra del Model S hace unos meses fue, a todas luces, un montaje para apoyar públicamente a Musk mientras este recibía ataques por su participación en el gobierno de Trump. Declaró su admiración por el presidente, acudió a eventos de campaña y se convirtió en la cara visible del polémico DOGE. A cambio, recibió el desprecio de muchos de sus propios clientes y vio cómo sus concesionarias de Tesla sufrían ataques. Ahora que la alianza está rota, Trump ya no está obligado a seguir fingiendo.
El historial anti-eléctrico de Trump: del «arrodíllate y suplica» a la «amenaza comunista china»
Que a Donald Trump no le gustan los coches eléctricos no es ninguna novedad para quien tenga un mínimo de memoria. Su historial de ataques a las energías limpias y a Tesla en particular es largo y jugoso:
- Acuerdos de París (Junio de 2017): Una de sus primeras grandes decisiones como presidente fue cumplir su promesa de campaña y retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París sobre el clima.
- El famoso «arrodíllate y suplica» (2022): En un mitin, Trump se burló de Musk asegurando que tenía el poder para doblegarlo. La cita es para enmarcar: «Cuando Elon Musk vino a la Casa Blanca pidiéndome ayuda con todos sus proyectos subsidiados, ya sean autos eléctricos que no duran lo suficiente, autos sin conductor que se estrellan o cohetes que no van a ninguna parte […] podría haberle dicho: ‘Arrodíllate y suplica’, y lo habría hecho».
- Campaña de desprestigio: Durante sus campañas, ha utilizado como arma arrojadiza la idea de que los Tesla «no duran lo suficiente» o que fallan estrepitosamente en climas fríos para intentar convencer a los trabajadores de la industria automotriz tradicional.
- La «amenaza comunista»: Ha llegado a calificar los coches eléctricos como una «idea fascista, marxista y comunista», argumentando que son una amenaza para la industria estadounidense porque, en gran parte, se fabrican en China.
- Prohibición de la conducción autónoma: Tampoco es un secreto que busca prohibir o limitar severamente los vehículos autónomos en las carreteras de Estados Unidos, otro torpedo directo a la línea de flotación de Tesla y de los proyectos de Musk.
El fin de la mascarada: ¿qué significa esto para el futuro?
La pelea con Elon Musk no ha hecho más que dar a Trump la excusa perfecta para volver a su discurso anti-EV con más fuerza que nunca. Ya no tiene que disimular. Esto, como bien apunta tu fuente, ya está causando (y probablemente causará más) estragos en Tesla, una marca que se ha visto enormemente polarizada políticamente por la alianza de su CEO con Trump.
Ahora que Trump parece querer deshacerse de su Model S, el último símbolo de ese pacto, la ruptura es total y pública. Musk pierde a su polémico pero poderoso aliado en la Casa Blanca, y Trump pierde la fachada de «presidente moderno» que le podía dar su cercanía con el magnate tecnológico.
Conclusión Gurú Tecno: se cae el telón del circo Trump-Musk
La historia del Tesla Model S de Donald Trump ha sido corta, extraña y, sobre todo, una brutal lección de cómo la tecnología y la política pueden entrelazarse en un romance de conveniencia tan intenso como tóxico. Con la ruptura ya consumada, Trump se deshace del «prop» que simbolizaba esa alianza, como quien tira a la basura los regalos de un ex.
Esto no va solo de un coche. Es el final público y desordenado de una de las alianzas más extrañas y comentadas del panorama político-tecnológico mundial. La mascarada ha terminado, y cada uno vuelve a su trinchera, con sus verdaderas ideas y sus verdaderos intereses.
Ahora que el teatrillo ha bajado el telón, la pregunta es: ¿quién crees que ha salido perdiendo más en toda esta historia, Musk o Trump? O quizás los que realmente pierden son los que en algún momento se creyeron que este «romance» iba completamente en serio…
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